martes, 21 de noviembre de 2017
Aurora "V"
Estamos en los alrededores del Puerto de Asunción, el mes de riguroso calor, seguramente era entre el mes de enero y febrero de 1956, las calles algunas asfaltadas, cerca del Palacio de Gobierno hermoso empedrado en forma de paralelepípedo, intenso el movimiento en la calle de Ayolas y la playa del rio Paraguay, un edificio de construcción indefinida, una entrada apretada con puerta de madera y vidrio, Asunción de estilo pueblerino, en el segundo piso estaban las oficinas del famoso transporte fluvial Aurora “V” y otra llamada Anita Barte, son pequeños y muy coquetos barquitos, con un Capitán bien severo, organizado, de poco reír y un hablar enérgico, nunca se supo nombre ni apellido , era para todos el popular Ta-í, que trataba a la tripulación con rigor castrense, su Jefe inmediato a quien llamaba padrino era Don Pedro Vidal Olmedo, uno de los propietarios de la AUTORA “V”, hombre de fino porte, parco de carne y cabello, de tez blanca y siempre lucia elegante en el vestir, los propietarios eran todos hermanos, Don Victor que ocupó una banca en la Asamblea Nacional, lo recuerdo de traje gris un poco apretado porque estaba con exceso de peso, era muy alegre, juguetón, chispeante, siempre con una golosina para la sobrinada , era viudo y tenía tres hijos, un varón, Nene y dos nenas Julia y Ana, todos vivian en la residencia de Don Pedro y Doña Isabel, Don Gerónimo, de elevada estatura de camisa clara y deportiva, era dirigente de un famoso Club de Asunción, el Olimpia, pero se mantenía discreto, porque el otro hermano Don Cesar, muy inquieto, agitado, siempre vestía traje y corbata, muy elegante y alegre, de simpatía irradiante no tenía hijo, pero le gustaba la política y con muchos seguidores en la seccional de vitalicia presidencia.
El puerto de Asunción, con su renovado predio, indefinido estilo, población multicolor, sus habitantes permanentes y transitorios, a partir de las siete de la mañana el ambiente agitado, los funcionarios y los famosos despachantes de aduana, figuras inolvidables de la coreografía nacional, con sus técnicas de servir al público muy especial, se comunicaban en verdaderos códigos, un fluido guaraní con riquezas en expresiones que daba gracia escucharlos, se desplazaban con cierta arrogancia y un grupo de apoyo como cortejo que acompañaba al funcionario en sus giras de inspección, con el hijo de Don Pedro, Heriberto nos divertiamos visitando los salones de la Aduana con su mosaico de gente, funcionarios, despachantes, estibadores negociando cargas, los clásicos círculos de “terere”, vendedores ambulantes con sus canastos rebosantes de empanadas para todos los gustos y humeantes mandiocas blancas, ofrecimiento de aguas no muy potables pero satisfacían al momento, el movimiento era grande, siempre con el ambiente musical del repertorio nacional en elevados decibeles, en algunas ocasiones se tenía a gitanas con sus tradicionales turbantes ofreciendo descubrir el futuro por una pequeña suma de guaraníes, algunas vendedoras eran clientes permanentes, no había quejas solo suspiros.
A las cuatro de la tarde comenzaba a subir las cargas en las entrañas de la AURORA “V” , bolsas y más bolsas en las transpiradas espaldas de color bronce de sus cargadores, pasajeros adultos y niños, tripulación a puesto, el Comandante Don Ta-ì dando órdenes en su pulcro uniforme, solo extendiendo las manos a las damas bien dotadas, la escalerilla era muy resbaladiza, y ese trajinar de objetos, variados bienes y personas, dando pitazos a cada tiempo anunciando la salida, personales de la administración a la cabeza, Don Pedro resplandecía con su calva autoridad, secundado por todo su equipo regiamente ordenado y dos intrusos Heri y Oscar, los dos de pantalones cortos haciendo chistes con los estibadores y siendo burlas de los mismos, aguardando con impaciencia la salida por la Bahia de Asunción con destino a Puerto Rosario, tiempo del percurso once horas, en calma y algunas recomendaciones de la tripulación hasta que el sol desaparezca y comience el aroma de la cocina tomar el pulso del viaje, cena que se servía a partir de las ocho de la noche, el viaje sigue su ritmo, calmo, sereno, abundante música nativa y los relatos anecdóticos de historias reales y falsas, luego el cansancio se acerca y cada quien ocupa su espacio para el descanso que termina hasta la llegada a destino por la madrugada, pero, la llegada será otra historia.-
Desde LAMBARE – PARAGUAY
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