martes, 16 de enero de 2018

Aromas de Nostalgias

Es el mes de Enero con sus misterios y sus verdades, es el retorno a la realidad después de tantos días de jolgorios, festejos, irreverencias, berrinches, intoxicación comercial, contaminación mediática, caos electorales, corrupciones denunciadas, inocencias estropeadas y tantos otros absurdos que hacen de la existencia algo fascinante. Resuelvo dar un paseo por el centro de la capital Asunción del Paraguay, eran las diez de la mañana, intenso el tránsito, las plazas repletas de verde de distintas tonalidades, de personas con exóticos atuendos, de una democrática convivencia, comercios algo descolorido y cansino, dependientes con miradas distantes, confiterías en su tradicional movimiento, las mesitas en los corredores dan un colorido especial, hace que cualquier coloquio se vuelva atrayente, señores elegantes, damas lucidas y producidas, jóvenes caballeros ataviados en trajes multicolores y raros, todos convergen en un inusitado modelo de trajín incomprensible, dando al espíritu un extraño cosquilleo y no se puede contener el esbozo de una sonrisa traviesa. En ese mosaico de pensamientos, pide permiso y penetra en la mente los recuerdos del Asunción de antaño, sentado en una plaza bajo un tupido y frondoso árbol de vetusta característica, doy la bienvenida a los recuerdos, veo asomarse un tranvía de color amarillo indicando en su línea el número nueve, con su natural ruido, ruedas de hierro y rieles que lanzan chispas, el conductor con su uniforme beige y su tradicional birrete, las personas cómodamente sentadas y vestimentas tradicionales que las personas utilizaban para las visitas al centro, en la misma esquina la Farmacia Catedral, con su antaña figura, , las ópticas Santa Lucia y Carrón con los estilos de siempre, indefinidos, los dependientes con sus pulcros chalecos, el “copetín” - Lido, ofreciendo sus empanadas inolvidables y las enormes porciones de cualquier alimento, las empleadas ya cubiertas de años haciendo el esfuerzo con sus elegantes peinados, los coloridos productos que cubren la piel del rostro, el “eterno” y nada simpático cajero, aprovechando siempre a los niños para circular viejos billetes, arrugados y con palabras obscenas que inutilizan el material. Muy cerca la famosa hoy desaparecida tienda, “La Riojana” de Lázaro Morga, un hombre de diminuta estatura, lucía primorosos cortes de tejidos ingleses, se notaba y exhibía la buena costura de uno de los tradicionales sastres, Don Juancito Leguizamón, Don Julián Mora LLanes, Ignacio Mora LLanes, que ejercían sus tareas en un alegre ambiente, intenso, casa repleta de gente, destacando presencias de notables personas del mundo político, cultural, deportivo, de profesionales liberales, que personalmente atendía Doña Mercedes si era dama y Don Lázaro a los varones, a los niños a quienes siempre ofrecía un regalo de sorpresa y para todos el descuento oficial para los amigos y clientes de tradición, el parco 5%, que se aceptaba con cierta reticencia pero la sonrisa y la afable presencia del comerciante se convertía en alegre convivencia y vale la pena repetir, ya el devaneo siente la llegada de la hora y comienza la disputa por un espacio en los viejos ómnibus número 20, pequeño e incómoda carrocería, transporte nada confortable en el viejo Ford modelo indefinido con su cobrador corriendo paralelo al ómnibus gritando el itinerario y el valor del pasaje, todos apretujados y en silencio, con ganas de llegar a casa y saborear el aromático “Terere” doméstico, con abundante hielo y remedio yuyo, era la delicia del ya caluroso medio día, con el asfalto derretido y fijado en el zapato que cubría desordenadamente la planta del zapato, luego viene el descanso de la siesta que perdura en el tiempo y restablece la agitada mañana para retornar a las actividades a la tarde.- Desde LAMBARE – PARAGUAY, 16 de enero de 2018

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