jueves, 30 de marzo de 2017
El Valor de las Ovenias
En la casa familiar en Itá – Paraguay , mi padre don Martin LLanes tenía la vocación de plantar plantas exóticas, sin embargo, quien cuidaba y hablaba con ellas era mi madre Amada Torres de LLanes, en el enorme inmueble con dos patios, uno, la residencia específicamente y el aledaño para las plantas de frutos especiales, manzanas, higos, peras, granadas, mangos y las hortalizas que alegraba el espíritu verlas crecer y era una delicia regar las plantas , que este servidor fuera destinado para tal tarea, que era la función que satisfacía el alma, sentir salir el agua del pozo, profundo, vertical, fresca, con el brocal cubierto de helechos, que se extraía en un balde de metal sujeto a una ruedita, con una cuerda entrelazada para enviar el balde y alzar con él el agua que chorreaba por los bordes, gotas cristalinas que mojaba los helechos que cubrían el borde del pozo y sentir el golpe del balde por los lados para emerger con averías de larga data.
Era la tarea, la obligación, la disciplina, regar las plantas y la huerta, las lechugas verdes y frescas, las zanahorias, los vistosos tomates brillantes y apetitosos , cuatro ovenias en cada ángulo del cuadrado perfecto del patio, son arboles de grueso tronco, tupido follaje, no tienen frutos pero una sombra maravillosa, de diversas tonalidades de verde con el reflejo del sol, en las afueras de la residencia teníamos cinco enormes arboles de ovenia, con su sombra plena , propio para el descanso de los clientes de la Sastrería El Arte de mi papá, que se utilizaban los sillones de cuerdas para el efecto, varias sillas de cuero y amarrados al árbol los caballos con todo sus apertrechos, monturas y demás elementos de la cabalgata, algunos solo saludaban y otros entraban y mientras papá trabajaba el cliente de ocasión formulaba sus demandas y sus problemas personales, familiares, comunales y los atritos naturales, mi padre era una especie de consultor social de la comunidad, por su trayectoria como persona de bien y familia consolidada, bien estructurada, de gente laboriosa y sana, con hijos estudiosos y que ayudaban en los quehaceres de la casa cada uno en su habilidad, mi hermana Teresa en la máquina de costura con mamá, comerciante prospera después, la hermanita menor, Blanca Elena, mimada de papá con sueños de ser actriz y terminó médica cardióloga, el hermano mayor Rubén Antonio fue el primer médico de la ciudad fallecido tempranamente y este servidor que sueña aún dedicarse a escribir.
Asimismo, en el fondo del inmueble de las huertas un milenario árbol de YVAPOVO, que abrigaba por las noches a las lecheras de mamá, la mariposa, la negra, la violeta y la rubí, todas bajo la atenta vigilancia del torito pampero, con el primor de cuidado de Don Pascual Talavera, un colaborador de la casa, frágil, diminuto caballero de escasa cabellera, rápido y locuaz, quien acompañó el crecimiento de todos los miembros en el ámbito de la familia con un natural y afectuoso estilo de ser, de una bondad y paciencia infinita, nunca se supo de alguna relación afectiva pero existían rumores que era un Don Juan.
El mismo árbol de “yvapovo” de día con la hermana Blanca Elena la usábamos como aeropuerto y nuestra hamaca como avión, de donde descendía la gran estrella del cine Blanca Elena y también el Abogado Oscar LLanes, quienes eran recibidos con algarabía recibían y traían regalos para la familia, era un mundo de fantasía que recordamos con cariño, nuestras mentes están pobladas de estos recuerdos que hasta no nos permitía dormir, siempre comentamos.
Una ovenia muy especial era la utilizada por el Tío Pedro Vasso, hermano de la abuela materna Elisa Vasso, era tropero, sujetaba el caballo por el grueso tronco de la ovenia, tiraba todos los elementos de montaje pero circulaba por la casa con sus espuelas, su atuendo de jinete, amplio sombrero para cubrirse del sol, era portador de una alegría que se contagiaba fácilmente y regalos para los niños, y la curiosidad de sus fabulosas historias de cruzar el país con sus tropas, este servidor lo acompañaba por todos los lados porque me encantaba escuchar el ruido de las espuelas y las fantasías de sus historias, algunas verdaderas y seguramente otras no tanto.
El “yvapovo” de mi infancia era mi oráculo, mi templo, mi confesionario, el día que dejé la ciudad para viajar a la capital a seguir mis estudios , recostado al grueso tronco, la sombra de suave brisa, de un follaje verde encantador , hojas que acariciaba el rostro , asumí con tristeza la despedida de mi árbol, al arrancar una hoja siento mojada las manos de una extraña lagrima de mi “yvapovo” como diciendo lloro por el adiós, ya estoy viejo, mis troncos no creo que duren, el próximo invierno ya no te tendré jugando conmigo,mis hojas secas ya no tendrán atractivos, pero te deseo suerte, éxitos, salud, bienestar y encuentres el amor de tu vida, estaré siempre firme para acogerte en el regazo de sombra que te ofrezco con mucho amor, no te olvides nunca de mí, porque yo te llevaré a las entrañas de la tierra de donde vine y seguramente iré. Adiós querido amigo.-
Desde LAMBARE – PARAGUAY, 30 de marzo de 2017
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