jueves, 20 de julio de 2017

Memorias de Amor

En la cálida Ciudad de Lambaré – Paraguay, un frio intenso, 5° , pleno sol, cielo azul, ocupando bien el tiempo de jubilado, caminando en una arborizada plaza, como todas, en este apacible territorio, luego de varias vueltas escojo un lugar para el descanso y evitar la deshidratación, aparecen dos señores como compañeros no habituales de la caminata, personas de muchos quince años, que se mantienen activos gracias al ejercicio, con sus atuendos adecuados disfrutan de este momento de placidez, no paran de hablar, se sientan en el mismo banco que este servidor, saludan cortésmente, tratan de intercambiar ideas o incluirme en la charla, uno de ellos dice llamarse Pedro Vázquez, extiende la mano con firmeza, se manifiesta con efusividad y a seguir presenta al amigo, este es el Señor Osvaldo Santibáñez, devuelvo la gentileza y la atención, comentamos la política local, nacional e internacional, las nuevas contrataciones de los clubes de la Primera División de la Capital y de la Intermedia, donde se encuentra el Club de mi ciudad, el Sportivo Iteño, afirman no conocer los Clubes del interior, a pesar de la interesante trayectoria que relato sobre la citada institución deportiva y así fuimos saltando de un tema a otro con extraordinaria facilidad y desorden. De repente vemos unas niñas un poco más pasada de la adolescencia en confortables indumentarias muy coloridas, cabellos sueltos y porte de bailarinas, Pedro comenta que ver estas “jovencitas” traen a la mente su tiempo de juventud, tiempo de la post guerra mundial, tiempo de carestías y carencias, de costumbres muy conservadoras, de difícil comunicación con el sexo opuesto, solo por la vía de la misa dominical, los paseos vespertinos por la plaza siempre acompañadas por alguien de “confianza” fácilmente sobornada, un niño, una hermana menor, en ese momento, ruego me permitan intervenir y contarles que en mi ciudad natal Itá, teníamos una plaza del mercado municipal, rodeado de una murallita que servía de paseos cómplices y encuentros rápidos, territorio habilitado para tal fin. Osvaldo el mayor tiempo se deleitaba con nuestras anécdotas, ingenuas e inocentes, para nosotros todo un acontecimiento, cuando se le permite intervención, es siempre cuidadoso en sus palabras, nunca cita nombres ni lugares, no habla de familia ni de recuerdos, en este día , quien sabe el frio o la agradable tertulia, el confortable escenario lo hace locuaz y lleno de proverbios, sentencias y díceres, cuenta que tenía más o menos veinte años cuando en la plaza uruguaya de Asunción, llegaban los trenes de Encarnación y los que provenían de Buenos Aires, era un ambiente de jolgorio, de abundantes vendedores ambulantes, de golosinas, de ponchos, de sombreros, este famoso espacio de fotógrafos al instante, con explosivos flashs, muy especiales figuras que decoraban el ambiente de metrópolis europeas, en plena capital de la República, ese día conocí a Mirna Balbuena, que llegaba con sus padres de Posadas – Argentina, vistiendo un trajecito de color neutro, un elegante sombrerito, unas medias blancas y cartera de igual color que los delicados zapatos, linda de arriba abajo, preguntan por un hotel más cercano y ofrezco los servicios como un conocedor del agitado movimiento asunceno, nos presentamos y los llevé al hotel Valverde, donde invitaron a una merienda y desde entonces nos hicimos amigos, cada día encontraba un pretexto para ver Mirna, claro, a sabiendas de la ausencia de los padres, en la sala del hotel, invitaba para un paseo para conocer Asunción, pero elegantemente decía que sus padres eran muy celosos y exigentes, no cuestionaban nuestra amistad, cada día se volvía más interesante, ella seducía con su mirada, en unos ojos azules transparentes, penetrantes, que encandilaba, unos cabellos negros azabaches que le cubrían el hombro, ondulados y brillosos, se sentaba como una princesa en fiesta de la monarquía, su mirada llenaba el alma, entorpecía la capacidad de emitir palabras, era una convocatoria obligada de sumisión, ceguera y esclavitud (tal como dice un poeta paraguayo en una música), no se aceptaba en ese instante “alforría”(carta de liberación de esclavos) el sometimiento es entrega total, perdía la noción de tiempo y espacio, cuando Pedro abruptamente interviene diciendo, que pasó, donde está, vive, en qué lugar, Osvaldo responde nada se de ella, ya ninguna mujer ocupó su lugar, ella está viva en mis sueños y puebla mi vivencia con candidez y ternura, creo dice, este espejismos de Mirna es el comienzo y fin de mis afectos, entonces nos despedimos cuando cada quien retorna a su mundo real a rumiar sus fantasías.- LAMBARE – PARAGUAY, 20 de julio de 2017

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