jueves, 15 de junio de 2017
Monumento al Consumo
El día de ayer liberado del reposo determinado por el galeno, acompaño un familiar al supermercado, como este paseo no es de la predilección de esparcimiento personal, acomodo la humanidad en un lugar en frente a las cajas registradoras, el movimiento es intenso, las filas ante cada altar es larga y sinuosa, dispongo la atención a los componentes de la fila, cada persona con su estilo, su figura, su atuendo, su perfil, su misterio, sus preguntas y sus curiosidades, es interesante observar estas personas, como esperando una hostia, concentrado y en silencio.
Analizo a cada quien y la primera es una persona del sexo femenino de edad mas que la media, cabellera clara, ondulada, regordeta, vestida con rigor, usa anteojos de grado elevado, sus manos inquietas en las bolsas con los productos escogidos, habla en murmullo con el vecino, parece reclamar algún disgusto, la fila continua, sus pares de otras cajas también en silencio paso a paso sigue su inexorable destino, la señora observada habla con gestos a la cajera, parece que algo le molesta en serio, intimida al funcionario la acusaré con sus superiores, su indiferencia es irritante, reclama la lentitud de la tarea afirmando tener sus ocupaciones adicionales y que son naturales en una ama de casa, la cajera en silencio continua acomodando los productos, las demás personas de la fila manifiestan sus molestias disimuladamente, luego le dice el valor de la compras, nuestro personaje abre la enorme bolsa, y comienza la zambullida en el interior de la que es de cuero marrón, y la búsqueda continua hasta que al fin encuentra la tarjeta de crédito, entrega y espera, de repente la cajera informa, “señora, no tenemos sistema” y con furia afirma ¿y que es eso? , respondiendo con calma que no se puede realizar la operación y ahora ¿qué hago? , y esperar señora, en ese instante alguien sienta a mi lado y con autoridad de quien sabe dice, “este asunto de sistema es una historia para remarcar los productos” y este servidor le dice, no sé cómo funciona, no es de mi época, desconozco los reveces de la informática y el silencio vuelve a reinar, hasta que al fin el famoso sistema retorna y el bullicio se instala en el recinto, la normalidad se instaura y la alegría se extiende por todo el salón.
El fin del paseo llega y la retirada es perentoria, salgo dejando atrás el monumento al consumo con las observaciones detalladas y prometo no regresar, siento cansancio y el stress domina.
Desde LAMBARE – PARAGUAY, 15 de junio de 2017
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