jueves, 7 de septiembre de 2017
Medicina Rural
Un día cualquiera de cualquier fecha, entra a la sastrería “EL ARTE” de mi padre, Don Martin LLanes, como siempre alegre y juguetón, con su tradicional atuendo, un traje de color indefinido, beis, gris, o quien sabe alguna vez blanco, un sombrero panamá claro y su tradicional corbata colorada, era Don Antonio J. Delvalle, Intendente de la ciudad de Itá, Paraguay, saluda a todos los presentes, ofrece su singular simpatía y dice ser poseedor de una buena novedad, tendremos un sucesor del Doctor Teixeira, quien decidiera volver a su vieja Corumbá – Mato Grosso – Brasil, porque la dictadura de Getulio Vargas ya terminara (1954), y el médico brasileño permaneciera por un buen tiempo en el exilio, y lo vivió en Itá. Tenía un placer enorme de preparar globos aerostáticos y enviar al cielo en la noche de Navidad bajo la mirada atenta y curiosa de niños y adultos, una verdadera hazaña del Doctor Teixeira, veíamos el globo subir, subir, subir hasta perderse en el infinito.
Volvemos a Don Antonio J. Delvalle, cuenta que fue informado por el Ministerio de Salud y Bienestar Social, la designación del Doctor Américo Costa Viveros, médico cirujano, casado y muy joven, vamos preparar el “recibimiento” afirma Don Antonio con autoridad, el pueblo se pondrá contento, un médico joven, cirujano, valioso, dice tener buena trayectoria, su señora se llama Dora, me cuentan, dice el político comunal. Mi padre Concejal dice que tenemos que convocar una reunión urgente porque el Doctor está llegando, tenemos que vestir de gala la ciudad, hacer las gestiones para encontrar una casa adecuada con las comodidades de la época que no eran muchas, no había luz eléctrica, ni los servicios sanitarios, en fin, muchas carencias.
Llegó el Doctor Américo Costa Viveros, Doña Dora, su esposa, no tenían aún hijos, jóvenes, un poco gordito, de baja estatura, un tupido bigote y vasta cabellera, dos valijas de cuero marrón, la vestimenta de los dos muy simple, una arrugada camisa y un chaleco descolorido, el pantalón le quedaba algo grande, la esposa con un trajecito celeste, zapato del mismo color de la cartera, marrón oscuro, una discreta elegancia.
Fue fijada la residencia frente al Mercado Municipal, en el mismo corredor de Don Enrique Doldan Ibieta , una residencia cómoda, con habitaciones amplias y grandes ventanales, allí fijó su residencia y consultorio, el Centro de Salud, a pocas cuadras un poco retirado, con muy escasos recursos, muchas muestras de medicinas vencidas, con servicios sanitarios inexistentes, una ambulancia sin ruedas, sin luz eléctrica, mi padre fue declarado oficialmente por el Doctor Costa Viveros su Ayudante Ad HONOREM, portar la lámpara Petromax para realizar las intervenciones quirúrgicas a la noche y muchas veces por la madrugada, pacientes que llegaban en carretas de bueyes y victimas de cuchilladas, así como por balas de armas de fuego, resultantes generalmente de las fiestas familiares y de clubes sociales de los barrios de la periferia, hasta que un día a la madrugada vienen llegando en una carreta con un grupo familiar y un paciente gimiendo de dolor y molestias, llaman al Doctor Costa Viveros de urgencia, en su residencia, ordena se baje al paciente en una improvisada camilla con ropas menores y totalmente cortado el cuerpo por una probable hoja de afeitar, diminutos sangrados por toda la humanidad, una señora, parece ser la suegra, con su arrogante autoridad afirma que fuera víctima de un fantasma conocido en Paraguay como “pombero” que dejó las marcas estampadas y se escapó en el monte, dice “la suegra”, provocando la risa del médico cirujano y de mi padre, que eran los incrédulos de estas y otras figuras del folclor nacional, que después dijeron , seguramente fuera víctima de un oponente afectivo, el tradicional “sombrero”.- Son singularidades que vive el medico rural
Desde LAMBARE – PARAGUAY, 6 de setiembre de 2017
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