martes, 10 de abril de 2018
Hogar y el Mundo
Como mis eventuales lectores saben, cuando deseo conocer y observar el comportamiento humano visito centros comerciales, ocupando estratégicos lugares, espacio que permita auscultar opiniones de las personas sin que perciban al extraño y curioso personaje en su afán de registrar sin reserva los comentarios de las mesas paralelas.
Varias señoras muy elegantes, como saliendo del encuentro de te/social, atuendos de moda, peinadas y maquilladas, producidas con discreta belleza, hablando al mismo tiempo en voz alta de temas, maridos, hijos, vecinos, novelas de la televisión, de la vida privada de fulana y sultana, a veces bajando la voz que concluía con explosivas carcajadas.
En un dado momento tocan un tema que me encanta, el fin de las charlas y coloquios familiares, comentarios en familia, en el almuerzo o la cena, ya es un acontecimiento raro, afirman y se ríen, cuentan que el viejo, apelativo de marido, almuerza solo con el silencio a cuesta, la casa repleta de sus miembros y cada quien con su celular y en su propio mundo, en la enorme sala, dice una de ellas, en penumbra y sin alumbrado cada uno con los dedos en agitado movimiento envía y recibe noticias, algún chiste, risitas traviesas que no se comparten, notas políticas ahora en época electoral, candidatos prometiendo lo imposible, ventilando honestidad que desconocen, que si elegidos el país cambiará, pasará de la tristeza colectiva a la algarabía nacional, en un marco de respeto y convivencia democrática.
La observación expuesta nos es ninguna novedad, muchos autores celebres ya examinaron con profundidad este mal, estamos unidos y distantes, comentan mis ocasionales vecinas que no pueden vivir sin su celular, la más extraordinaria invención humana, tienen todo a la mano, discuten de política internacional, forman grupos con miembros de otras geografías, se tratan como amigos, se exponen al riesgo de estar haciendo contactos y compartiendo fenómenos privados sin reserva, forman cadenas de oración y con las previstas sanciones para quien interrumpe, que los dioses se ofenden con el infractor, será que las divinidades tienen móviles y satélites, intercambian cortesías, festejan acontecimientos, se emocionan con fotos de antaño, se comunican con reflexiones y pensamientos de sabios, todos mudos y quietos, estáticos y la soledad de cada uno, se los llama y no responden, no escuchan a su entorno tienen los oídos taponados, se quejan, una de ellas afirma con vehemencia, “el gobierno tiene que tomar alguna medida”, no podemos continuar así, la sociedad ya no es colectiva es individual, solitaria, entre cuatro paredes tiene un mundo de información, en ella se comunica, se comparte, se revelan, hacen movimientos, organizan a los de ideas comunes a
formular sus inquietudes, se encuentran entre ellos y en silencio los agiles dedos cumplen su tarea, realmente es irritante, siento falta dice la más anciana, de los tiempos en que nos reuníamos y la familia conversábamos, nos reíamos, intercambiamos los rumores y chistes de la ocasión, todos pasaban un precioso momento de jolgorio, de inocentes novedades, de travesuras de los niños, de las quejas sin sentido de los “viejos”, hoy se tiene el mundo en las manos y sin hogar que compartir.
Es momento de reflexionar del grave problema, no niego la utilidad para el estudiante, el profesor, el profesional, para la familia estar informada, pero que no impida la comunicación interpersonal, conectarnos con otras geografías con los mismos dramas y convicciones, con las mismas aspiraciones y sueños, donde el comportamiento humano es tan semejante, casi igual, con la diferencia de la distancia física y la sinceridad en los contenidos, no se puede opinar de quien o de alguien que no se conoce ni frecuenta, puede ser factor de probables ilicitudes con las más terribles consecuencias y daños irreparables, amo la tecnología moderna con las debidas cautelas, de los perjuicios que puede ocasionar, las señoras de referencia están preocupadas y se sienten impotentes ante el avance desenfrenado de este bien y sus consecuencias, cuidemos antes que sea tarde.-
DESDE LAMBARE – PARAGUAY 26 de marzo de 2018
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