miércoles, 21 de enero de 2015
SILENCIO COMPARTIDO
La humanidad sufre de traumatismo comunicacional, el silencio reina en los hogares, en las universidades, en los clubes sociales y deportivos, en este espacio, los gritos provienen de los que reciben una remuneración para emitir gritos eufóricos que contagian a sus congéneres generalmente golpeados por sus carencias y necesidades.
El silencio es mutismo que generalmente se instala en el individuo por alguna dolencia o una complicidad amañada, en nuestro tiempo se instaló en la sociedad por orden y mando de la tecnología, no soy enemigo de la misma, al contrario reconozco la utilidad y la vibrante instantaneidad de los mensajes emitidos y recibidos, corre por todas las esferas del mundo, las esquinas se volvieron imperceptibles, las colonias se igualaron en estilo y su ropaje es común , nos volvimos todos vecinos de un mismo barrio, el planeta se tornó muy pequeño y desconocemos los rasgos de la vecindad.
Es intención de quien suscribe alertar a un especifico segmento de la sociedad como es la familia, el hogar, sus miembros, sus componentes, sus allegados, en un intenso y dinámico quehacer de los componentes citados entrelazan sus ideas y comentarios, sus pensamientos e inquietudes, sus sueños y anhelos, allí donde se recuerdan anécdotas e historias de familia, se festejan fiestas señaladas como propias y de arraigos inconfundibles que los unen y fortalecen los vínculos de amor y amistad, amor de sangre y filiación extraña.
En una reunión de amigos fue propuesto la utilidad o no de los ya afamados aparatos de comunicación, muchos afirmaron con vehemencia su disgusto y otros su indiscutible posibilidad de alcanzar su bienestar y cómoda tranquilidad son los denominados “nomofóbicos”. Las familiares en la quietud del hogar reunidos en una amplia mesa repleta de sabores y coloridos ramilletes de flores que adornan el altar de la familia, todos absolutamente todos están en silencio, en brutal silencio, los une el silencio satisfecho, marcando encuentros con amigos de distantes geografías en alguna esquina del vasto universo, su cercano vecino de silla y mesa no intercambian tan solo una palabra, no existe en este altar de la eucaristía familiar una relación de visible afecto, todos cultivan el silencio, el mudo intercambio de mensajes direccionales conteniendo falsas demostraciones de amor y eterna entregas, intercambiar chistes lamentables y algunos de real valor humorístico que produce contenidas risadas para no provocar contagios de carcajadas nada elegantes para tan solemnes momentos, que requiere seriedad y recogimiento.
Con clamo a todas las familias declarar una guerra por el regreso de la afectividad expresa, única, incomparable, sentir el apretado abrazo y el calor de la palabra emitida con sonoridad y eco contagiante.
Desde Asunción – PARAGUAY. 21 DE ENERO DE2015
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