lunes, 27 de febrero de 2017
Soledad Acompañada
En un remoto lugar donde reina el silencio y el viento es fresco, un inmenso mar allá abajo, que furiosamente se enfrenta al muro y vuelve a su lánguida furia a comenzar el ciclo de siglos , sentado en la cima de un peñasco y en devaneo comparto con mis recuerdos el camino recorrido, en este paradisíaco lugar la mente a borbotones se entrecruzan las vidas vividas, la lejana ciudad natal con sus amplias calles, el andar lento de carretas con yuntas de bueyes obedeciendo el mando del carretero, “tigre y Negro” fuerte, acompasado, mantiene su ritmo y su carga, llegan en perfecta secuencia los vecinos con sus rostros y sus particularidades, todos de ellos de lejanas tierras, recibieron todos la denominación de “turcos”, algunos libaneses, sirios, palestinos, jordanos, judíos, una sola familia, de quien guardo su clásica figura de comerciante astuto, afable, conversador, halagador de niños, siempre en su amplio e inagotable bolsillos monedas y golosinas, no se le conoce amistades fuera de casa, los sábados eran sagrados, respetaba su “shabat”, permanecía sentado en el corredor, era prohibido hacer esfuerzo pero no le impedía hacer negocios con sus vecinos musulmanes, en alegres y chispeantes jolgorios, surge la figura imponente, de elevada estatura, rubio, amplios bigotes que cubría la boca y el rostro y le servía de distracción, la acomodaba constantemente, Don Luis Maluje, su nieto Rubén(Pibe) nuestro amigo de juegos y travesuras, el preferido siempre con los mejores regalos y las novedades de juguetes, el cariñosamente lo llamaba de “Pabi” y era por eso algo de chiste en el barrio, después cruzando la calle estaban los españoles hermanos Morga, comerciantes, inteligentes, devorador de libros, compraban los diarios todos los días, mi padre lo leía al día siguiente, por cuestión de economía doméstica.
En ese elevo el espíritu se transporta, siento la brisa suave acariciar el rostro, parece traer en su alforja gestos, figuras, palabras , voces, cantos, los recuerdos en su galope de corcel bravío se chocan y es tarea ir separando en divertidos episodios, cuando por circunstancias especiales llego a la capital de la República, Asunción, instalado en un barrio popular, donde está asentado el Club Cerro Porteño, frente a la pensión la imponente Iglesia de los Padres Redentoristas, con la lealtad de los fieles de la vecindad a pedir los ruegos, salud para sus enfermos, el acompañamiento de los dioses en la época de los exámenes de los estudiantes, cuando la fe desplaza el esfuerzo de los estudios, dicen que algunos tienen resultados positivos, creo dudando.
Los amigos de ese tiempo hoy cargan amplias cinturas, blancas cabelleras, algunos mantienen su simpatía y su notable alegría, con los chistes variados, inteligentes, envolviendo políticos, médicos, abogados, sacerdotes, que con gracia disfrutamos en los esporádicos encuentros.
El sol se va perdiendo en el horizonte de un rojo impresionante, las gaviotas en gran cantidad llevan y distribuyen sus cantos o gritos, es hora de retornar al convivio de la civilización, enriquecido de esta amena charla con los recuerdos, vuelvo con el alma lavada y en fiesta, encontré mis amigos, mis mundos, mis variadas historias, personas que habitan las estrellas hoy los encontré gracias al recuerdo que no tiene límites.
DESDE LAMBARE – PARAGUAY, 27 de febrero de 2017.-.-
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