domingo, 10 de enero de 2016

El Misterio de la Soledad

La vida y sus misterios, las alegrías, los pesares, las convivencias, las compañías y la soledad, esta situación personal es de las más misteriosas, ella envuelve la persona en un manto de aislamiento voluntario o no, su portador tiene un perfil inconfundible, un atuendo que lo denuncia y la hace visible al entorno, tiene un andar y una mirada, un rostro y un porte todo en el es inmensamente triste a los ojos de terceros. El símbolo de la soledad para este servidor tiene un nombre, una profesión y un estilo de vida, en mi infancia en la ciudad de Itá , teníamos un vecino que llamábamos Don Mattos, no sabíamos su primer nombre, era de profesión sastre, en el mismo corredor de la casa paterna, la residencia y taller de Don Mattos era una construcción muy antigua, siempre con la puerta abierta, todos al pasar le saludábamos y él respondía con un leve señal de la cabeza, con una cabellera tupida, gris que le llega a cubrir el cuello, una máquina de la marca Singer y una tenue luz de lámpara que la llamábamos “petromax”, que utilizaba mismo durante el día, una mesa grande rectangular, cubierta de tejidos muy finos, dicen que eran telas inglesas, era la época que todos usaban los trajes hechos a la medida, había varios maniquíes con trajes por terminar y para la prueba final, hilvanados y con hombreras a la vista. Don Mattos era un hombre de edad indefinida, impresionaba su altura y su delgadez, , siempre con un parche en la sien,nada se conoce de su vida privada, no se le conocía familia, solo frecuentaba el Club Iteño, que administraba Don Andrés Brajin, figura muy especial que merece otro comentario, prometo que algún día narraremos la experiencia de haberlo conocido, volvemos a Don Mattos y su inagotable soledad. El estilo del sastre del pueblo era de una sobriedad impresionante y cuyo atuendo así lo declamaba, usaba los tradicionales tirantes multicolores, que sujetaba el pantalón que le sobraba ampliamente, era interesante verlo caminar por las veredas de la ciudad, alto muy delgado y el tirante suspendía los pantalones cuya cintura le sobraba y que abalanzaba a cada paso, encorvado ,parecía que le pesaba la cabeza por la enorme cabellera, su espalda tenía una curva que comenzaba en la cintura y se desplazaba hasta el cuello por debajo de una camisa de mangas largas de color blanca, que le quedaba grande naturalmente, dice que era para cubrir su delgadez . La vida de este extraño caballero, que cargaba su soledad a cuesta, en ritmo lento, era un artista de la aguja y el hilo, tenía modales de ceremonia, muy protocolar en el saludo y el respeto en el manejo de la convivencia, nada se sabe de su intimidad, nunca se supo de una familia, mucho menos esposa o hijo, no tenía servicio domestico, él mismo se buscaba los alimentos en el comedor del mercado municipal, el puesto de Doña María Orihuela de gran tradición en la gastronomía del gusto popular de Itá, en el calcinante medio día, sol a pleno, calor de 42º, Don Mattos lentamente cruzaba el inmueble hasta llegar al puesto Doña María Orihuela, con su atuendo de siglos y su encorvada figura, volvía con el mismo ritmo hasta llegar a su local la sastrería “ El Maestro”, que nunca cerraba, y los empleados que se sucedían en esta hora, en silencio y el ánimo en fatiga, solo al caer la tarde se recuperaba la algarabía y la intensidad en el movimiento de personas, especialmente a la salida de los escolares de la Escuela Básica Nº 89 “República de Costa Rica”, cuando la noche se aproximaba Don Mattos se sentaba en su cómodo sillón en la vereda y su infusión de agua fresca del cántaro el inmemorial “tereré” que no compartía con nadie, no se le conoció algún amigo cercano, que podría contarnos de su vida, de sus quebrantos, de sus alegrías probables, su centímetro alrededor del cuello creo ser su único elemento extraño en el perfil de Don Mattos, tenía muchos clientes y muchos aprendices, muchas fantasías no comprobadas, varias ficciones sobre su pasado le dan un aire de misterio y embrujo. Quisiera honrar la memoria de este personaje de mi infancia, no se la fecha de su nacimiento ni la de su muerte, llevó consigo el misterio de su soledad, que la rescato y comparto con los probables lectores y los pobladores de mi ciudad natal, Itá – PARAGUAY. ¿Será que tengo testigos? , tengo sí, mi fallecido padre Don Martin LLanes aprendió el oficio con Don Mattos, que es otra historia.- Desde la ciudad de Asunción – PARAGUAY, 12 de enero de 2016.-

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