martes, 25 de agosto de 2020
La Cocina de Mama
En la espera de turno con el médico, comienzo hojeando revistas antiguas, un artículo de You Jun, que me transportó también a la cocina de mamá, en el antiguo caserón, amplio patio, la cocina al lado del aljibe, con helechos cubriendo el brocal, y el golpeado y maltratado recipiente para traer el agua fresca del fondo del pozo, la cocina con variados colores la pared, un horno para los alimentos típicos, y que mi hermana Teresa utilizaba como refugio para evitar alguna amonestación de papá o de mamá, teniendo como cómplice para el escondite a Don Pascual un señor, ayudante de mi papá, amo y dueño del patio y sus entornos, cuidaba de las vacas que mamá ordeñaba, cuidada todos los elementos de la casa por dentro, y recibíamos el cuidado y afecto de Don Pascual, era bajito y muy creativo, inventaba historias para distraer la siesta, hablaba con las vacas y tenían sus nombres y cada una de ellas pertenecía afectivamente a cada hijo, teníamos la mariposa(la mía), la negra, la rubia, la guapa y un torito pampero.
La cocina manejaba Doña Filomena y sus hijas Silvia e Isabel, quienes hacían los deberes de la Escuela en sus momentos de ocio, la cocina era centro de visitas de todos quienes entraban al patio, y las correspondientes pruebas de los alimentos, recibiendo reprimendas de Doña Filomena.
Los niños de la casa siempre cerca de la cocina y como premio algunos trozos de carne por el buen comportamiento del premiado, y las reclamaciones de los demás, siento como en este momento el delicioso sabor del aroma que expedía de las ollas, sobre brasas del fuego rojo, una enorme pantalla Doña Filomena abanaba para que el fuego se mantenga constante y la curiosidad del visitante ocasional, Don Pascual observaba y daba opiniones generalmente no acertadas, el disfrute de los niños que rebozaban de alegría cada paso en la preparación del sabroso manjar a ser servido como almuerzo, la cocina se erguía solemne y espaciosa, con la titular de la misma impedía ingreso al feudo a los niños, que aumentaba la curiosidad, con alegría Doña Filomena ejercía sus funciones, su blanco uniforme, su pañuelo colorido le cubría la cabeza, cantaba músicas que nadie conocía , mi mamá, Doña Nena, decía que ella inventaba dependiendo de su humor y los ocasionales e ingenuos arrebatos de Don Pascual, corría la mañana con singular y divertida travesuras, que la creatividad infantil y la invención de juegos que siempre incluía a Don Pascual , que aceptaba de no muy buenas ganas ,pero si, vigilaba a distancia los probables excesos, mi mamá conocía el fin de la creación culinaria de dudoso origen oriental, éramos 19 personas a ser alimentadas, los primos todos que recibían las enseñanzas de la sastrería y la ida a la Escuela Costa Rica N° 89, que persiste mantenerse en su porte y majestuosidad y orgullosos nosotros ex alumnos, bajo la autoridad de mi padre, Don Martin LLanes, en la cabecera y la mirada atenta de cualquier necesidad de Doña Filomena, de la cocina al comedor con el humeante alimento y la algarabía de los miembros de la mesa larga, manteles blancos y el lugar de cada quien, recordando mesas de cuarteles, son inolvidables estos instantes pareciendo tan simples, de un gran significado en la historia familiar que se está volviendo escaso de los personajes que hoy habitan las estrellas, y este servidor lo retrata en esta crónica en homenaje a los recuerdos de la familia-
Desde LAMBARE – PARAGUAY, 25 de agosto de 2020
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