miércoles, 11 de mayo de 2016
La Murallita
Pasar revista a la memoria encuentro esta estampa de mi ciudad natal , Itá – Paraguay, la consagrada MURALLITA, en el casco urbano, en la parte central se encontraba el mercado municipal es un cuadrado perfecto, en el espacio central el mercado, una construcción de estilo indefinido, con amplios corredores, pilares y un salón donde se ubican las mesas y cubículos de los vendedores, todos nos conocíamos, la mayoría de las señoras trabajadoras eran comadres de mi madre, Doña Amada Torres de LLanes (Doña Nena), amplio jardín alrededor, casillas que fungían de comedores donde resaltaba la de Doña María Orihuela, algunas mesas en los corredores con destaque para Don Chansin , un hombre de elevada estatura y muy delgado, que usaba tirantes y era de origen Árabe, la mesita de ventas de productos de belleza de mi abuela Elisa Vasso, con amplia clientela y la caseta de variados productos del Árabe Don Salvador Hú, (negro) y su hijo lechuza, nunca supe de su nombre del registro civil..
El predio de referencia estaba circundado por una murallita de un metro de altura y algunos centímetros de ancho, y una vereda de dos metros alrededor de todo el inmueble, el enorme patio cubierto de césped también servía de canchita de futbol donde los niños disputaban reñidos campeonatos barrios contra barrios, el mío era Central-í – Cerro Corá – Doctor Francia de los hijos de la familia López y sus panaderos, los equipos más fuertes el de Barrio Sportivo y el de Primero de Mayo, respectivamente, las disputas se realizaban los domingos por la mañana con un público de alto voltaje sentados en la murallita ensayando lo que ahora llaman Barras Bravas, aficionados exaltados, ruidosos, con cánticos de uno y otro contendiente que entretenían con gritos y algarabías, creando apodos graciosos y exactos, el técnico de mi equipo era el Tío José Jacquet, era Oficial de la Policía Nacional y subcomisario, imponía su autoridad cuando el equipo disminuía su rendimiento y en las derrotas los adversarios discretamente se apartaban.
Después venía la confraternización en un almuerzo, suculento y generoso, Oscar Olmedo encargado, auxiliado por Ignacio Cárdenas, del cobro de los aportes para el asado y el pago a Don Coronel el eventual cocinero hasta que el consumo de su estimulante etílico lo derribaba delegando la tarea al ayudante de ocasión en un ambiente de risas, músicas que se incorporaban comandados por Papi Paredes, el arpa con pocas cuerdas del sastre Don Reyes, no siempre en buen estado, pues consumía frenéticamente su “caña blanca”, todos bajo la atenta observación de Isidro Cáceres y el periodista Lelio , su hermano y cronista del pueblo, cubriendo con profesionalidad su cometido de informar, que lo ejercía magníficamente, no perdía un detalle de las disputas deportivas y la presencia de los políticos locales siempre álgidamente criticados por el cronista de “Comunidad Iteña” , el medio más activo, dinámico, punzante, imparcial, ni tan ateo ni religioso, nunca supimos de su preferencia político/deportiva, hasta el Padre Ayala era el blanco preferido de Lelio con sus críticas y aplausos al pastor de la comunidad, por su cercanía con la dictadura.
A la tardecita “La Murallita” se convertía en alegría, en juventud, en reunión de adolescentes, varones y mujeres para intercambiar miradas, códigos, posibles enamoramientos y algunas promesas de compartir futuros, era un desfile de las muchachas con sus atuendos de última moda y el piropo de los muchachos, estas travesuras tenían horas marcadas por los celosos padres que temían lo que podría pasar en la oscuridad que ya era intensa, no había iluminación artificial, solo algunas lámparas “petromax” que la municipalidad ofrecía para la seguridad colectiva, luces de baja intensidad que parecía más de complicidad que de alerta.
A las diez de la noche cada quien se retiraba y regresaban en orden , en grupo, comentando los acontecimientos del día y los preparativos para las próximas fiestas en pauta, tan simple, tan puro, tanta nobleza, nada de vicios hoy comunes, nada nos afligía, el único interés era estudiar y servir alguna vez a la ciudad que reclamaba progreso y actualizar la urbanidad, a la nostalgia se suman los recuerdos que alegra el alma, que se acomoda en silencio y reposa hasta el próximo encuentro en esta esquina.
Desde Asunción – Paraguay 10 de mayo de 2016.-
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