martes, 3 de junio de 2014

LA PENSIÓN DE DOÑA ANITA

Era el mes de febrero de 1961, llegábamos a Rio de Janeiro – Brasil, mi primo Gerónimo y este servidor, aterriza el viejo avión C-47 de la Fuerza Aérea Brasilia, conocido como avión Correo que realizaba el siguiente itinerario, Asunción - Campo Grande – Rio de Janeiro, éramos contados pasajeros sin ninguna comodidad, sin asientos ni servicios, en poco tiempo se establecía alegres tertulias y anécdotas por doquier, se intercambiaban alimentos con la tripulación y el viaje se volvía placentero y repleto de curiosidad. Rio de Janeiro nos recibe ya entrada la noche en el obsoleto aeropuerto de “GALEAO” , la ciudad iluminada, rostros alegres y comunicativos, nos hacía sentir bien y cómodos, nos espera en el desembarque los colegas Adelio y Nico, intercambios de saludos y una festiva recepción, salimos del aeropuerto y nos dirigimos a la pensión ya reservada con antelación, la misma ubicada luego después del “túnel novo” , avenida Princesa Isabel, a pocos metros de la playa de Copacabana, veíamos el tranvía desplazarse con elegante lentitud, el conductor con vistoso uniforme, una enorme estatua en homenaje a la primavera, ómnibus conocido como “lotaçao” con los pasajeros todos sentados y a gran velocidad disputando no se que competencia. La Pensión de “ Doña Anita”, quien nos recibe con alegría estampada en el ameno rostro, era una viuda con dos hijos ya mayores, delgada y alta, rubia y coqueta, con trazos germánicos, siempre muy elegante y en constante movimiento, nos ofrece un cafecito y nos indica nuestras habitaciones, simple, sin ningún gusto refinado, sobrio y por lujo una ventana enorme para apreciar el amanecer y la agitada calle. Dejamos nuestras maletas que los amigos y huéspedes disfrutaban describir por su extraña tonalidad y precarias en su conformación que lo hacía único y raramente diferente. Al día siguiente, a la hora del “café da manha”. desayuno, Doña Anita es la encargada de presentarnos a los demás huéspedes, este el Señor Don Julio, argentino, que tiene un raro habito, paga atrasado, es vendedor de electrodomésticos, esta es Graciela estudiante de veterinaria, cuidado con ella, es muy religiosa y severa en el cumplimiento de la disciplina, es de Rio Grande del Sur, parecía más una monja de vacaciones que una estudiante, este otro es Rodolfo, funcionario del Banco de Minas Gerais, gordo y bonachón, es incapaz de cualquier esfuerzo físico, el que falta es Alfonso, primera voz del famoso Trío Ypacarai, que trabajan en el mayor centro nocturno de Rio de Janeiro se llamaba “FRED” y en otro centro denominado “KATACOMBE” , que después iríamos conocer, exótico y diferente, pequeño , repleto de jóvenes y turistas europeas que se divertían a todo dar. Doña Anita trataba a los huéspedes como hijo, atendía en sus dolencias físicas y amorosas, daba consejos y estimulaba con sus interminables laudatorias, siempre cuidadosa con la alimentación, una adicción por la limpieza y la constante reprimenda a Doña Elsa, la cocinera afro descendiente , blanco turbante y delantal engomado, usaba guantes coloridos y de una sonrisa cándida y de voluminosa figura que la hace buena y amorosa como nadie. Estas remembranzas vienen a la memoria por la casualidad de un encuentro en un aeropuerto con el hijo Onofre, que mantiene su esbelta figura, abundante cabellera blanca, cuenta ser divorciado por cuarta vez, y relata que Doña Anita falleció y su hermano también, sus últimos días fueron repletos de recuerdos de sus huéspedes paraguayos y en especial el estudiante de Arquitectura a quien llamaba de Baby, era su predilecto y receptor de sus delicadas atenciones, llevamos ese tiempo en el alma y sin duda nos acompañará por siempre. San José, Costa Rica, 3 de Junio de 2014

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