martes, 26 de abril de 2016
HIJOS DEL EXILIO
Estamos visitando la memoria y nos encontramos en el año 1964, en plena vigencia, y terrible rostro de terror de regímenes militares; Nefastas dictaduras se apoderan de los gobiernos de la región con una característica común, desatinos y crueldad, con saldos de dolor a familias, a grupos, a profesionales, a todos los que piensan diferente, los que luchan contra los regímenes deshumanos, algunos de izquierda y otros tantos de derecha, pero con el marco común de violación de derechos, de ausencia total de respeto a la dignidad humana.
En ese escenario de miedo, de temor colectivo, de silencio pavoroso, conozco muy queridas personas, frutos de las luchas ideológicas de aquel entonces, y donde encuentro a los descendientes de los mismos, hijos marcados por una insuperable angustia, el constante pánico de perder padre, madre, hermanos, conocer jóvenes inadaptados a su círculo, apartados de sus grupos; Que viven un mundo de contradicciones en la propia casa, en las escuelas, en los barrios, en donde a veces se siente presencia de la pobreza, de las necesidades básicas, la altivez de ideales resquebrajadas, de quejas sin límites, de requerimientos infantiles incumplidos, donde se administra necesidades de toda índole, el causante la lucha del jefe del hogar por un mundo mejor, por una sociedad más justa, por una mejor distribución de la riqueza, del soñado desarrollo y justicia social de su distante patria cada día más distante, por cierto, cada día más sufrida, cada día menos posible y mas idealizada.
En ese marco la presencia de los “hijos del exilio” tiene su perfil, su postura, sus sufrimientos inconscientes y desconocidos, donde la posibilidad de encuadrar su realidad a la fantasía de los padres, creaban un ambiente de tensión, de psicología alterada, incapaz de comprender el transcurso de los nuevos tiempos y su desconocimiento y la incapacidad de entender su ambiente cargado de conflictos y riesgos, de confrontaciones y de ausencias de identidad y de bienes para satisfacer necesidades mínimas, madres en zozobras, hijos creciendo en un sitio ajeno a sus sueños, con idiomas diferentes, culturas exóticas, creencias imposibles de comprender sus ritos, símbolos y lenguajes, orientaciones contrapuestas a las recibidas en casa que originan y donde la propia libertad es vigilada, controlada, auscultada, todo debe ser custodiado, pues son huéspedes, son transitorios permanentes, vivencias sin ritmo propio y de marcadas diferencias en los criterios, en los modelos y donde las exigencias se consideran de difícil comprensión.
En ese mundo de contradicciones, escasas presencias de ritos de origen se vuelven cada día más distantes, los gritos y roces en la casa se hacen constantes, la irritabilidad galopante, la intolerancia es lo común, las quejumbres dirigidas a latitudes distantes, aumentan a cada día las incomprensiones y los gritos sepultados en el propio pecho que clama libertad y busca la salida hacia un horizonte cada día más imposible, el tiempo continua su paso inexorable , los niños de ayer hoy jóvenes adultos sin identidad y repleto de miedos desconocidos, sin raíces y de sueños incompletos, con patologías verdaderas y ficticias, claman por deseos que no consiguen captar en su plenitud, en él es todo por el miedo, que ni saben que lo tienen, todo es truncado, todo es difícil, la inadaptación se extiende a todos los lugares, llevan en su alma conflictos y obsesiones difíciles múltiples que hacen imposible alguna relación afectiva duradera, la desconfianza en su entorno es común, el temor al otro es persecución alarmante , todos son vigilantes de su quehacer y cada día su soledad aumenta, los padres ya no existen, las dictaduras desaparecieron, su geografía de origen lo desconoce y los acepta con reticencia, su forma de comunicarse es diferente, sus exigencias se consideran disparatadas.
Hoy los “Hijos del Exilio” son adultos jóvenes, con carreras inconclusas, con matrimonios fracturados varias veces, hijos esparcidos por el mundo, extraños en el propio nido, sus fantasmas le persiguen, la memoria de sus padres los acompañan vivamente, creando virtudes imaginarias a héroes ficticios , transitan por caminos en constantes encrucijadas , no tienen instante de quietud para la reflexión y encontrar estables lugares para consolidar una realidad, el sueño y la realidad viven cercanamente sin poder conciliar y colocar cada cual en su propio espacio, no pueden convivir con sus pares y cada día son presos de sus aflicciones y de sus fantasías y así continuarán hasta el fin de sus días, frutos de árboles derribados, sin sombra y sin belleza. Es una pena, necesitan de comprensión y la cura de sus males psíquicos tan difícil de detectar y tan difícil de extinguir, casi imposible de entender, pues, son “Hijos del Exilio” .-
Desde Asunción – Paraguay, 26 de abril de 2016.-
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