miércoles, 15 de agosto de 2018

Teatro Nacional

Hace unos días recorriendo el centro de la capital guaraní, Asunción – Paraguay, en unas de sus agitadas calles, surge el vetusto edificio del conocido y renombrado Teatro Municipal de Asunción, de trazos sobrios, originales ventanales, boleterías(tickts) con rasgos de siglos pasados, encuentro las puertas entreabiertas y una limpiadora realizando su tarea, pido permiso para visitar por dentro, accediendo con un semblante agradable, es una señora de mediana edad(40 años), con emoción veo en cuadros displicentemente ubicados por las paredes, retratos de actores del pasado, caballeros, y damas producidas conforme el marco de belleza de la época, encuentro a brillantes personajes que marcaron época en el teatro paraguayo, Centurión Miranda, Josefina Plá, Teodoro Salvador Mongelos, Jacinto Herrera, Baez Reisofer, Ernesto Baez, otros tantos que desfilan por mi mente con satisfacción, en el retrovisor de la existencia los veo nítidamente, parece escuchar las voces y textos declamados con singular belleza en el timbre de voz y los contenidos, narrativas y gestos, me acerco al escenario o tarima como decían antiguamente , los espesos y aterciopelados telones, cuelgan solemnes y en color bordeaux, algo gastado por el tiempo, continuo y entro en los camarines, diminutos y simples, enorme espejo cuadrado con flores gravadas a los lados, una mesa con señales de infinitos usos, en el suelo aún se encuentran materiales para mejorar las estéticas de los actores, los pasillos y las butacas bien delineadas , en el primer y segundo piso, todo muy limpio y agradable, parece escuchar voces y aplausos, gritos del auditorio pidiendo más, sonidos de músicas cubren el ambiente de tan magistral templo del arte paraguayo, de sus estrellas que aún se mantienen brillando en el tiempo. Al regresar al salón de entrada, realizo un último vistazo a los cuadros cuando de repente se me eriza la piel, suben mis cabellos y quedan en punta, en el alma una inusitada emoción, positiva por cierto, vislumbro el rostro querido y admirado del tío Aníbal Torres(Papi) y el tío Nenito Torres(Cristóbal, como el abuelo ), respectivamente, hermanos de Mamá Nena (Amada Torres de LLanes), con sus revueltas cabelleras, risueños rostros, elegantes atuendos, algunos retratos con ropas medievales de algún personaje de época, siento el aliento afectuoso de los tíos, guarda la memoria con nitidez las visitas constantes al pueblo, Itá , llegando a casa de la hermana Nena , su casa y su hogar, en el Paraguay antiguamente el teatro era de invierno y en el verano las obras se presentaban en el interior, así también se instala la mirada en un artista español que marcó presencia en nuestro país, Ricardo Turia, hombre de mediana estatura de una delgadez enferma, de blanca y casi cerámica piel, el famoso “Fantasma de la Opera” su tradicional “radio – teatro”, de obligatoria asistencia en la casa, en el auditorio imaginario de la emisora que no recuerdo el nombre, mis tíos, Papi Torres y Nenito Torres no participaban de comedias, preferían los clásicos y los dramas que emocionaban de explotar en llanto a las mujeres y varones, los niños asistíamos sin entender mucho de lo que pasaba en aquel escenario rústico e imponente, con el telón manual de desgastadas sabanas de un vecino próximo, asimismo, se presentaban los temas religiosos de semana santa, que impresionaban los vestuarios de Cardenales y Papas, soldados romanos semidesnudos de actores voluntarios, que llamaban extras. Con este relato rindo un postrer homenaje a los tíos, a los primos, sobrinos y toda la familia que los recuerdan en emocionada actitud, en silencio y respeto, consideración y estima, como en un auditorio repleto y en silencio.- Ciudad de Lambaré – Paraguay 8 de agosto de 2018.-

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