viernes, 18 de marzo de 2016
Elisa Vasso
Diplomático y Profesor Universitario Paraguayo
El siglo XIX llegaba a su fin, barcos repletos de personas de todas las edades cruzaban los mares, el país de la “bota” es el que enviaba el mayor contingente de gente, los barcos estaban jerarquizados, los de primera , segunda y tercera clase, marcados por la promiscuidad, pobreza, enfermedades de todo tipo, niños que fallecían durante el viaje, ancianos e incapacitados agravados en el trayecto, suplicio y maldición, el destino Buenos Aires, Santos, Recife, Rio de Janeiro y otras capitales del continente.
En uno de estos barcos estaba una familia encabezada por Pietro Vasso y Olga de Vasso, con hijas pequeñas, Mercedes, Elisa y Emilia era un grupo, el otro era encabezado por Enri Dilassio y Emilia de Dilassio, con sus hijos Pedro(Toto), Mami, Henrique y Rubén, de escasa edad todos ellos, llegaron a Buenos Aires y las autoridades locales impidieron el ingreso a la Argentina, era pauperismo total, suma de miserias en fin, se negoció el transito al Paraguay, llegando a Asunción las familias unidas en el largo trayecto y la solidaridad como marco, ,ingresan con sus enormes envoltorios, valijas de cuero seco, bolsones de cada miembro con sus quinquillerías propias, cuadernos con historias, fotografías de los abuelos, los que se quedaron en el muelle con sus pañuelos blancos extendidos en señal de despedida, con el corazón fracturado por el inicio de la nostalgia que seguirá hasta el fin de sus días, el retorno quien sabe.
La familia Dilassio y Vasso, artistas de refinados gustos, músicos, escultores, cantantes, sastre, deportistas y mujeres extraordinarias, entre ellas la mujer que marcaría un estilo, un perfil, un lenguaje, de incomparable belleza todas ellas, de cutis claras, ojos azules, largas cabelleras tratadas con primor, elegantes en sus atuendos simples, que las mismas elaboraban con arreglos especiales que definían el buen gusto. Entre las mujeres de la familia Vasso está la más bonita, de delicado andar, de brillantes ojos azules, cabellera muy curiosa entre el gris y el blanco, de manos bien tratadas, largos y finos dedos, decían que era de pianista, delgada y muy inquieta, laboriosa, atenta y muy exigente, no aceptaba las vulgaridades y mucho menos chistes de cualquier linaje, así la tengo en la memoria a la querida Abuela Elisa.
Se afincaron en Luque donde nacieron los nietos y nietas de Pietro Vasso y Enri Dilassio, luego por circunstancias que se ignora fijaron residencia en Itá, por lo menos solo de la Abuela Elisa y el Abuelo Cristóbal Torres, tenemos conocimiento, de los hijos de la tía Mercedes, Carlos y Baby, y Enri Dillasio con la tía Emilia quedaron en Luque hasta el final de sus días, la convivencia con la generación paralela a la nuestra nos conocemos, nos encontramos, nos queremos, es nuestra familia, todos con historias fantásticas, algunas reales y otras de fantasía, en especial los hermanos y primos de mi mamá, Amada Torres de LLanes y la tía Beatriz(BETTY)Torres de Narváez, eran muy unidas y cercanas, con una semejanza impresionante entre ellas, en el porte, en la figura, mujeres trabajadoras y delicadas, exigentes y amorosas, marcaron el rumbo de todos nosotros, cada uno en su tendencia y perfil, manejaban el hogar con disciplina, cortesía, cultivaban la decencia, la honradez , la limpieza moral y espiritual de todos sus miembros y en este campo no había concesiones ni treguas, la familia tiene como estandarte la honorabilidad y la verdad, el amor y el trabajo, la filosofía era disfrutar mucho de lo poco que se tenía, respetar al semejante y sentir placer en la lectura, recuerdo con nitidez las revistas y libros que mi padre Martin LLanes nos regalaba a su regreso de Formosa- Argentina, para mamá Nena la revista “Para Ti” , “Bohemia” y para los niños las colecciones de Constancio C. Vigil, era una fiesta en la casa.
La abuela Elisa , su marido el Procurador, con curso de derecho sin concluir, Cristóbal Torres, con amplia clientela en los temas jurídicos de la ciudad, la Abuela Elisa. tenía su propio negocio, vendía polvos que las mujeres usan como base en el rostro, perfumes nada exóticos, arreglos de tejidos con dibujos y creaciones propias, blusas confeccionadas con estilo, belleza y simplicidad, tenía una larga mesa en el Mercado Municipal de la ciudad de Itá, siempre se quejaba de “lo caro” y absurdo de los cánones del Municipio, cosas del Intendente Don Adolfo González, su gran obra la murallita, símbolo del pueblo, la Abuela Elisa que pagaba con regularidad sus tributos para que no la molesten en sus ventas, tenía como vecino , a la par de su mesa, a Don Chansin, quien por cierto era, un señor de origen Árabe, muy delgado, alto, usaba tirantes y cinto que le marcaba la cintura y el cuerpo, irradiaba simplicidad y ternura Don Chasin, su hijo Ismael, nuestro vecino de toda la vida un amor de persona y su esposa Doña Beba de enorme bondad y compueblana de Luque, sus hijos, sobrinos muy apreciados.
Estas remembranzas pueblan mi memoria, me acompañan y no se despegan de mi alma, se nutre de visiones espirituales en especial en las noches claras, repletas de estrellas, aromas de jazmín como en esta época, aquí en un rincón del patio de la casa donde se cruzan mis recuerdos y sus personajes, mis hermanas, hermano, primos y primas, voces con los juegos infantiles cubren mi silencio, mi alma emite un extraño incienso que rodea el ambiente y ese es un instante que me hace feliz. Desde Asunción, Paraguay, 15 de marzo de 2016.-
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario