miércoles, 2 de marzo de 2016
Ykua Rapé - Camino al Manantial
El Paraguay en estos días disfrutó de un largo fin de semana, modificando el calendario nacional, trasladando el feriado de Primero de Marzo, “Día de los Héroes”, fin de la guerra de 1870, asesinato del Mariscal López, extendiendo el domingo al lunes, afirman que para estimular el turismo interno y considero válida la idea.
Con la introducción que antecede cuento lo ocurrido con este servidor, llegué a la zona rural de mi pueblo, Itá, fin de semana intenso, el mercado municipal repleto, vendedores agitados y festivos estimulando a los clientes a adquirir los productos, las verduras frescas, frutas muy bonitas, rostros de vendedoras contentas, un día con esplendido sol, día intensamente claro, sin ninguna nube un azul brillante, la ciudad se viste de fiesta, carretas impulsadas por bueyes, caballeros luciendo su atuendo colorido, comerciantes convocando a los clientes, vehículos en lento trajinar, un sacerdote que cruza la calle con su tradicional sotana, perros jugando distraídamente entre las personas, músicas populares invadiendo el ambiente creando bullicio , variedad y colorido.
Después del paseo por el mercado, saludar a viejos amigos, compartir algunos sorbos de la bebida nacional el “terere”, con abundantes remedios de yuyos para todos los males físicos que puedan imaginarse, encuentro ex compañeros de la Escuela “República de Costa Rica”, ex compañeras hoy con aires de matronas de novelas clásicas, manteniendo intactas sus dotes de simpatía y curiosidad, queriendo saber de mi , de mi vida, de mis actividades, de mis proyectos, de mis sueños, afirman con seguridad que estoy “muy bien”.
Después del recorrido busco un viejo refugio de la infancia, queda cerca del centro de la ciudad, a pocas cuadras, un barrio denominado “Cerro Corá”, en memoria del holocausto paraguayo camino a la compañía Arrua –í, zona rural profunda, con su tradicional Escuelita “Don “Lázaro Morga” , su gente simple, compueblanos laboriosos y honorables, el sitio central giraba en torno al campo de futbol que lleva el nombre del barrio Cerro Corá, en la cabecera del campo por detrás del arco nos deparamos con la surgente que lleva siglos de existencia, donde las señoras buscan el agua que repara el cansancio y refresca el alma, fluye con intensa armonía, entre diminutas piedras, pequeños arbustos, coloridas plantas que ornamentan el manantial, el “ykua”, entre lirios y claveles, curiosas palmas, mariposas que revolotean , el tradicional picaflor de un fuerte color verde y alargado pico, que se sustenta con prodigiosa habilidad para extraer la miel natural , el frescor del ambiente es indescriptible, el cuadro maravilloso que la naturaleza nos ofrece y nos deleita, la brisa suave acarician los cabellos, el aroma de la tierra mojada, en ese idílico lugar, las señoras, niños, señores con sus materiales de trabajo, azadas y palas, buscan descanso y placidez, las damas en fila india llegan y se asoman al “Ykua” (manantial) con alegría y respeto, haciendo comentarios y de rodillas en señal de oración recoge el agua que nace de las entrañas de la tierra, en cantaros que rebozan de frescor donde se refleja una humedad que se asemeja a la transpiración de la naturaleza, la fila continua porque el espacio es pequeño y se deben acomodar entre piedras y plantas coloridas y aromáticas, los caballeros displicentemente reunidos en simpáticas tertulias que inundan el ambiente de risas, se acerca un músico con su guitarra emitiendo sones que estimulan a formular pedidos, el poeta distraído que nadie lo escucha, los niños jugando bajo la feliz atención de las madres, la mañana va declinando y se aproxima la hora de otros ritos, la hora de la reunión familiar, el almuerzo, es momento de despedirnos del Ykua, nos acercamos con reverencia, en silencio, con las manos en señal de oración, “jepo moí”- manos juntas , como requiriendo la bendición de la suprema naturaleza , el agua cristalina seguirá naciendo eternamente, limpia, pura, transparente, es emocionante ver y sentir como surge en silencio y cadencia que va expeliendo la madre tierra su riqueza de siglos, es como para glorificar una obra de la divinidad, es presencia de Dioses para los creyentes y para los incrédulos es una fiesta del espíritu. Me retiro del lugar feliz, renovado, dejando atrás de mi el manantial – el ykua de siempre, eternamente simples, transparente y fresca.
Desde Asunción-PARAGUAY, 2 de marzo de 2016
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