martes, 26 de noviembre de 2019

El Maestro, en el Continente

En la rutina diaria de caminar en una plaza cercana a la residencia conocí un caballero de mediana edad, que comenzaba un hábito por recomendación médica, muy locuaz y agradable hace su compañía, se llama Pedro Castillo, de nacionalidad colombiana, profesor universitario, está sirviendo en Paraguay mediante un intercambio, es radicado en Honduras, tiene su familia, dos hijos, Licenciado en Derecho, pero la docencia y la investigación es su actividad principal, comenta que su entusiasmo por su tarea está disminuyendo, que no existe recompensa, que la conducta de los estudiantes deja mucho que desear, que en todo el Continente son perezosos, no estudian, viven con sus teléfonos celulares, hacen del esparcimiento el motivo de su existencia, no cumplen horarios, no leen, lo máximo de su voluntad es hacerse “rico” no importa el procedimiento, la conducta, la ética es una pérdida de tiempo y la moral es una cosa atrasada, pertenece al “viejazo”, tanto las Instituciones Públicas como Privadas perdieron los Maestros motivados y sin interés, se volvieron también vacíos y generosos en las evaluaciones, primero para no enfrentar a los jóvenes líderes políticos, en las públicas y en las privadas, porque pagan sus cuotas y corresponden al sueldo, es el retrato fiel de las instituciones de enseñanzas primaria, secundaria y universitaria en todo el Continente, la fastuosidad y la apariencia, lograr, a como sea, escalar peldaños económicos y políticos, ser cortesano es el sueño, me dice el colombiano, con cierta tristeza , “ que mundo se espera en nuestro Continente”. Realmente la descripción es muy triste y real, los valores y principios se tornaron vocablos sin ningún sentido, de poca “serventía”, existe una generación en que la permisividad, el respeto, la prepotencia, la adulonería sustituyeron los principios de otras épocas, se carece de toda clase de visión, los estudiantes viven en un mundo de espejismos en que las oportunidades se logran por otros medios que no sean los recomendables, reina un ambiente de paz tensa, de silencio cómplice, confunden los que gobiernan los Estados, “educación” con “instrucción”, lanzamos al mercado laboral individuos de escasa formación académica, absoluta ausencia de los mecanismos de procedimientos, se hace imposible la relación interpersonal por el exceso de disimulo en el trato, “valgo cuanto tengo” es el axioma del presente tiempo, los jóvenes consideran más agradable el teléfono celular que una tertulia familiar, estamos conviviendo con seres que desconocemos, se sienten felices en la multitud porque allí pierden su individualidad, en la multitud sus rostros no tienen señales de identificación, es una masa bruta, peligrosa, vandálica, globalizada, torpe y fácilmente manipulable, parecen constantemente embrutecido, consumen con entusiasmo bebidas alcohólicas, no tienen preocupación sobre el futuro, no proyectan nada en sus vidas, si viven con los padres estos son los proveedores de sus angustias y creen sus mentiras, sus fantasías son alucinantes, sueñan con el éxito y el poder que no se conquista por el mérito y sí por el compromiso con el ilícito, esto durará el tiempo que dura una juventud, un poco aumentada en este tiempo, treinta y cinco años, luego mirando su interior encuentra que no es nada ni nadie, un pobre infeliz, una persona que malgastó su tiempo, su disciplina, sus grandes, únicos amores, sus padres, ya no existen lo que dejaron fue dilapidado en fantasías, su grupo ya no existe, otros son los jóvenes menos comprometidos y peores sueños, la realidad es severa con los que no trazaron destinos y marginaron las enseñanzas de los Maestros, que ayer y hoy, continua triste, desesperanzado, con escasa remuneración y esperando el mañana con ansiedad y sin motivación, el Maestro en el Continente es un desplazado y olvidado, rescatemos que hay tiempo, y de ahí, sin duda alguna, toda la crisis que padecemos. Desde LAMBARE – PARAGUAY, 25 de noviembre de 2019.-

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