miércoles, 9 de junio de 2021
Don Torales.
Nuevamente pongo a funcionar el retrovisor de la vida en una década del cincuenta, y la polvorienta quietud de la tradicional hora que se acerca a la siesta, los comercios comienzan la rutina de cerrar sus puertas, las oficinas públicas que ya cumplieron con su función cierran su atendimiento al público, las calles exhalan su torturante emisión de un calor de grados elevados, arenas calientes de las mismas causando espejismo, cuando en la distancia aparece la exótica figura de Don Torales, Secretario de la Municipalidad, cuya jefatura en la fecha correspondía a Don Albino Fretes, hombre corpulento, calvo en toda la superficie craneal que brillaba, aumentando las generosas orejas, de tez blanca y voluminoso abdomen, simpático y cultivaba la amistad con los jóvenes, quienes disfrutaban de su compañía y de sus inocentes travesuras.
Viene andando Don Torales, figura muy singular, de pequeña estatura, moreno de tupida cabellera, con su atuendo laboral desgastado, con la chaqueta que siempre era mayor que su medida, que lo dejaba más exótico aún, tenía un andar lento, su tono de voz era manso, nunca lo vi sonreír, y con un cuaderno grande de color negro bajo el brazo; nunca hablé con él, compartir un dialogo no recuerdo, sin embargo era un conversador locuaz con mi padre, Don Martin LLanes, que era Concejal en la época, compartían inquietudes sobre el futuro de la querida y pujante Ciudad de Itá, que cada día aumentaba de población y de la instalación de nuevos comercios, augurando nuevos ingresos al municipio, con el mercado municipal ampliando su población, y asnos por doquier, el salón grande del predio abarrotado de comercios de varios estilos, desde ropas, útiles escolares, alimentos variados, nacionales e internacionales anunciaban los carteles, Doña China Doldan tenía la mejor venta de carne y la familia Orihuela un comedor con muchos clientes, este era el panorama de la ciudad de Itá y su Secretario Municipal, Don Torales, que representaba a la administración pública local con esmero siempre con los vestuarios ya añejos y descoloridos, su tradicional estilo, una chaqueta que no se puede precisar su color, un pantalón que parece ser de un antiguo color marrón y desgastados zapatos y, lo interesante, tenía calcetines colorados, el cuaderno de tapa negra, no se sabe el misterio que contenía el cuaderno, que era cuidado con pulcritud y constituía parte de su ropaje.
Un día el Intendente Don Fretes ofreció a mi hermana Blanca Elena , con el consentimiento de mi padre, un puesto de secretaria de Don Torales, los trabajos aumentaban con el progreso, ya no podía solo con el acumulo de servicios a cumplir, y así mi hermana pasó a ser miembro del funcionariado del Municipio, pero por poco tiempo, pues, un día Don Torales, exigente y meticuloso, llamara la atención de la nueva funcionaria por algún error involuntario, y ella con su incontrolable molestia por tamaño atrevimiento, toma el primer material que encuentra a mano arroja sobre la humanidad de Don TORALES, que lo impulsa a ocupar su asiento , su discreto y frágil cuerpo cae en la silla con toda su humanidad y los materiales arrojados sobre él, con mucha potencia y rabia de Blanca Elena, que se retira y regresa a la casa con sus argumentos y detalles que mi padre acepta, tan pronto de lo sucedido llegan a la presencia de Don Martin LLanes, el Intendente Don Fretes y el Secretario Don Torales con su cuaderno negro y su malogrado traje, cuenta lo sucedido con la exigencia de disculpas por parte de Blanca Elena, quien en una explosión de ira, se negó y afirmó con vehemencia “a ese lugar no regreso, caso cerrado”.
Desde esa fecha Don Torales y su exótica estampa no llegó más a la casa, y lo perdí de vista hoy lo recuerdo, gracias al retrovisor de los tiempos a registrar su presencia de importancia en la sociedad y la cultura de la ciudad de Itá.-
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