martes, 29 de septiembre de 2015

AMOR PLATONICO

Llegan a la memoria como mariposas coloridas las ideas, como cargadas nubes anunciando cambios, siento en el alma un alarma, flota un recuerdo de la adolescencia, veo el cuadro con claridad, en mi ciudad natal, Itá – Paraguay, era la década de grandes movimientos políticos, ingentes necesidades, carencias múltiples, la visión nada auspiciosa de un tiempo sin esperanza, se acerca mi padre, alto, espigado, enorme cabellera negra con mechas blancas, con el centímetro colgado del hombro, como puesto distraídamente y responde con alegría los saludos de los compueblanos, algunos se detienen y preguntan de la situación política, que responde siempre con mucha esperanza , recomendando estudiar, estudiar y estudiar, salir de la ignorancia para encontrar la puerta hacia un mejor porvenir. En ese tiempo de escasez múltiples llegan al pueblo una familia numerosa, los Pagliaro/Matos, como jefe el relojero Don Pagliaro, de origen argentino, la esposa una mujer de escasa carne, puro hueso, cabellos que le cubría la espalda, siempre usaba polleras hasta los tobillos, el typoi-atuendo clásico de la mujer paraguaya de aquel entonces, doña Clara siempre bulliciosa, hablaba con mi mamá Doña Nena gritando, quien decía que el motivo era que tenía la audición disminuida, sus hijos, varios varones y una nena , esta la razón de mi historia que la guardo con nitidez, con mucha ilusión de volverla a encontrar un día, ocupa mi mente cruzando el tiempo y con afecto la tengo en el corazón hasta la fecha, pasaron tantos años y esta renovada a cada día en el recuerdo, prefiero ocultar el nombre y si alguna vez lee esta historia sabrá que es ella. La seguridad de que ella sabe, les cuento. Todas las tardecitas cuando se asoma la noche comienzo a dibujar mi estrategia para verla, la familia vivía en la acera opuesta a Don Silvio Marín, y quien me vigilaba era Perlita, tenía que pasar por la casa de Don Martin Villalba y Doña Manuelita, siguiendo mi rumbo saludaba a Don Demetrio y Doña Rosita, esquivando el encuentro con Don Federico Doldán - Doña Olinda, quien me señalaba que aventura estaba tramando, como si leyeran los pensamientos, en la esquina y a la oscuridad plena, no había luz artificial en las calles, las luces de las casas eran pálidas y las sombras daban miedo a la imaginación juvenil, tenía el lugar apropiado para ocultar, escasos transeúntes y el vigilante nocturno con su silbato cubría la noche con más temor , como advirtiendo y avisando “cuidado estoy presente”, las dos plantas de ovenia, árbol con follaje espeso, daba mucha sombra y era perfecto para el ocultamiento, en ese lugar pasaba horas, esperando que la niña apareciera, cosa que nunca sucedió, era mi galopante imaginación que se encargaba de adornar el probable encuentro, Blanca, mi hermana , curiosa en saber que hacía todos los días en ese horario, jamás le conté, debía mantener el secreto. Al día siguiente a temprana hora ocupaba el portón de la casa a la espera de su paso a la Escuela “ Costa Rica”, ella aparecía vestida con su uniforme escolar, por la vereda como si fuera una pasarela, los cabellos rubios y sueltos, el corazón aceleraba el ritmo en la medida que se acercaba, mis piernas temblaban, no sabía qué hacer, me quedaba está tico inmóvil o disimulaba alguna actividad, la mente se turbaba cuando se aproximaba veía sus hermosos ojos azules, su rostro reflejaba luz, su andar parecía deslizarse, no caminaba, flotaba y luego sin percibir mi angustia me saludaba y no podía responder porque la garganta estaba seca y no podía emitir una palabra, y después mis ojos la acompañaba hasta perderse al desviar la esquina, exhausto y feliz, mi corazón en fiesta, mi alma en júbilo , será que ya sabe del gigantesco amor escondido que existía entre ella y ¿este modesto admirador? , que jamás se materializó y no podrá concretarse, la felicidad me invade en recordarla con cariño y afecto, Platón sabe lo que sentí.- Asunción, Paraguay, 28 de septiembre de 2015.-

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