martes, 24 de marzo de 2020

Libreta de Almacén

En la pausa obligatoria de la pandemia, “coronavirus” llega a mis manos un cuento del escritor paraguayo Mario Halley Mora, sobre la famosa “libreta de Almacén”, un cuadernito doble raya, donde la dueña del almacén, así denominado, las pequeñas tiendas de barrio., generalmente gerenciado por una señora gorda y simpática, conocida por todo el barrio o la ciudad, mi mamá, Amada Torres de LLanes, tenía un almacén bien ordenado y atractivo, que toda la vecindad compraba a crédito, porque algunos vecinos no tenían los numerarios necesarios para la compra diaria y pagaban al final del mes, con exactitud y puntualidad, sin contrato escrito o testimonios que obligan la ley, era una “libreta” de capa dura y generalmente de veinte hojas, era la mitad de un cuaderno normal de todos los ángulos que lo mire, ajado y desgastado de tanto uso, las letras de las anotaciones eran ilegibles, mal elaboradas, con muchas faltas desde la ortográfica y las compras/ventas, dependiendo de las fechas familiares aumentaba el valor de las mismas. Recuerdo con nitidez aquellos días del almacén de mamá Nena, con un material del siglo XIX para los pesos de las mercaderías requeridas, así como ciertos pedidos para ocasiones especiales como cumpleaños de los niños, y cada día se surtían las familias de tan importante instrumento de sobrevivencia. Doña Nena, mi mamá, recibía con alegría al cliente que venía con su libretita, que entregaba con mucha discreción, con la mirada recorría el ambiente y después dejaba sobre el mostrador que mi mamá con la misma discreción recogía y después anotaba las compras, en qué consistía el producto, el peso, el valor, la fecha, sin firma ni nada, sin la suma final del total, sin embargo, el cliente pagaba con regularidad en la época fijada de común acuerdo, con letra grande de arriba abajo instalaba el vocablo en rojo, “pagado”, sin firma ni fecha, el cliente con el rostro en fiesta, feliz, emocionado y una compra extra para inaugurar el nuevo mes, un español simpático, con su acostumbraba zapatilla llegaba a la puerta del negocio contando a mi papá las noticias más importantes del día, conforme “La Tribuna” ,el diario de la época, mi mamá preguntaba en que puedo servirle Don Manuel y su zapatilla, así conocido en la ciudad, el respondía con autoridad hispana “ algún día Doña Nena”. En varias ocasiones Doña Nena y sus incontables Comadres, recibía estas compradoras especiales, con el rostro de necesidad a cuesta, con el ahijado a vista y la supuesta “libreta” , que mamá fingía recoger el imaginario cuadernito, anotaba cualquier producto sin ningún rigor y sin el valor, era un obsequio que la ENTENDÍA Y AGRADECÍA la cortesía, con los augurios de que “Dios se lo pague”, agregando las bendiciones pertinentes, mamá Nena contenta con su gesto, mi padre entendía pero silenciaba, pues, no se mete en los tratos de Doña Nena, afirmaba a los que descubrían el gesto. Años después, y en varias ocasiones recogía el producto y sin determinar el peso colocaba el valor de algo que jamás se descubrirá que era, pues, el “AUSHEIMER” se instaló en Doña Nena sin que nadie percibiera, … Recordamos a la querida mamá Nena, Doña Amada Torres de LLanes y su famoso y concurrido Almacén, en la esquina del éxito, la Sastrería El Arte de Martin LLanes, queda grabada en la memoria con inmensa nostalgia y emoción, aún existen clientes que recuerdan el almacén de Doña Nena.- Desde LAMBARE – PARAGUAY , 24 de marzo de 2020

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