lunes, 18 de febrero de 2013

FIESTA PATRONAL EN ITÁ - PARAGUAY

El 3 de febrero de cada año, mi mente se refugia en una caverna solitaria de recuerdos, donde el espíritu encuentra placidez y la memoria se transforma en una pradera verde de encantos, la nostalgia se revitaliza y como en un largo metraje proyectado en una pantalla al aire libre se suceden historias, se narran acontecimientos, se retrocede a la infancia primera donde ya se almacena retazos de la casa paterna, figura imponente de mi padre con su porte altivo, de mirada firme, abundante caballera en forma de melena, con el centímetro colgando elegante de su hombro, de elevada estatura y prestancia de roble, parece extraído de un calendario de figuras romanas, sonriente, chispeante, severo y manso, amistoso y cordial, atento y observador, en él la comunidad encontraba alivio a sus aflicciones, donde su alma cobijaba los lamentos pueblerinos, emitía palabras de profundo valor humano, orientaba al que depositaba en él su angustia y esperaba reposo a sus reales desesperos y estimulaba al confidente restablecer la calma y tener fe, sea cual sea la creencia, era así mi padre simple, solidario e informado como nadie, amaba la lectura, le dedicaba tiempo y cultivaba el espíritu como un maestro con horas marcadas para transmitir sus enseñanzas. En esta fecha la ciudad se cubría de peregrinos, forasteros, comerciantes de ocasión, compañías de teatros populares, festivales artísticos, la iglesia central rinde su culto al Patrono del Paraguay San Blas, Itá el centro de la religiosidad nacional, la procesión del Santo Patrono todo un acontecimiento, miles de peregrinos, creyentes y los no tanto, grupo de caballeros montados en briosos corceles, artesanas ofreciendo los frutos del talento, damas con atuendos marcando modas y estilos, el párroco y sus fieles en concentradas oraciones y sentidas canciones religiosas , producían ecos en las aceras y aleros de las casonas coloniales, los abuelos desde las discretas ventanas admiraban el desfile de vistosas carretas, a los pagadores de promesas ataviados con el atuendo del Santo Patrono, San Blas, que con milagros sanaban gargantas enfermas, su especialidad, atendía los ruegos de sus fieles y La fiesta se sucedía en una mezcla harmoniosa de lo profano y divino, la calles repletas de personas y adornadas residencias cubrían el ambiente festivo , los comercios formales con las puertas cerradas, altavoces con sus emisiones de elevados decibeles que llegaba a los distantes barrios de la ciudad, entre polcas y guaranias, avisos y anuncios, niños perdidos, madres afligidas, policías en servicio, la comunidad alerta y feliz, el sol pleno, cielo azul, frondosos árboles dando sombra al cansado visitante, las puertas de las residencias abiertas para ofrecer agua fresca, alimentos al necesitado, es Fiesta Patronal y la ciudad generosa viste su mejor atavío moral y muestra todos sus encantos reservados para esta fecha. En la casa paterna, los parientes de otras geografías, llegaban y se acomodaban, las mesas repletas de manjares típicos, bebidas elaboradas con frutas de la época, desfiles de primos y tíos, en algarabías se sucedían las ruedas de charlas, chistes, historias repetidas, recuerdos de Épocas pasadas, vuelven a la mente parientes que ya nos dejaron y hoy pueblan la memoria familiar con sus hazañas reales y ficticias, largas mesas y los niños traviesos en disimulados asaltos llegaban burlando el control de los mayores, y las risas disimuladas de mi madre, Doña Nena, que disfrutaba de este encuentro anual con parientes lejanos que cumplían un rito familiar de la tradición anual, visitaban el mercado municipal que con sus ofertas especiales aumentaban el valor de sus productos , que con semblantes alegres conquistaban al cliente de ocasión que partían felices cargando los que la región producía, en un sano esplendor y belleza y el precio un poco más elevado. En el declinio del día, el atardecer llegando, el sol buscando esconderse después de un día de calor y alegría, se espera el reposo, el retorno de los visitantes a sus lugares de origen, llevando recuerdos y artesanías, el espíritu satisfecho de cumplir con la liturgia anual, San Blas retorna a su nicho, para que el próximo año ocurra el reencuentro con sus fieles, recibiendo las gracias del favor recibido en su Santa atención a las peticiones formuladas, la Iglesia cierra sus milenarias puertas, vuelve la oscuridad en el templo recuperando su tranquila rutina de historias de nacimientos y donde el fiel encuentra la presencia de su creencia en soledad regocijada con aromas de incienso y paz perenne.- San José, Costa Rica, 2 de Febrero de 2013.-

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