lunes, 18 de febrero de 2013

VIOLENCIA MALDITA

El mes de febrero de 1994, verano en Paraguay, vida diplomática y cultural intensa en El Salvador, tiempo de reforma, primeros años de la paz, día 16 del citado mes recibo una noticia desgarradora, me impacta y deja el alma curuvicada, las astillas se esparcen imposibles de reunir, la voz que me informa la noticia y que hasta hoy la escucho, directa, sin rodeos, punzante, el dolor cubre la razón, mi historia cobra otro rumbo, mi hijo Oscar Martín de Freitas Llanes, acaba de ser víctima de un atroz homicidio con el fin del robo de su automóvil, tenía 29 años, poco tiempo de casado, concluyendo su curso de derecho y economía conjuntamente, iniciando su vida, un buen trabajo, excelente formación, local del crimen Río de Janeiro , barrio jacarepagua, plaza Tacuara, lugares con denominaciones en idioma guaraní, ironías del destino. Esta bala asesina penetra en su joven y esbelto cuerpo, era deportista, alegre y comunicativo, porque este destino cruel le reservó final tan doloroso y me trituró el alma dejando huellas que jamás se borrarán, el victimarlo huye sin el auto y con una vida truncada, una familia destrozada que el tiempo no apaga, uno se acostumbra a convivir con esta terrible marca, la vida nos enseña que los padres se irán primero, pero nunca el viaje sin retorno del hijo, lamento mucho recordar esta fecha pero necesito compartir por el alivio que me trae, el compartir revela al espíritu una verdad que no se puede disimular, en el rostro quedó el surco de la bala asesina, retiró mi fe y mis creencias, el victimario estará aún practicando sus crímenes, o vivirá la agonía de la reclusión que no pagará sus ilícitos nunca, sus víctimas están muertas son estrellas en el cielo de la imaginación donde habita aún fulgurante, no existe consuelo capaz de minimizar el dolor y la fractura del alma, al contrario parece que las divinidades dieron la espalda a este tormento que me acompaña como una sombra y, peor aún, se vuelve nítida en la oscuridad y al atardecer, una sombra convertida en lápida donde reina el absoluto silencio, la total ausencia de esperanza donde se hace corte al tiempo y en que la pausa se vuelve eterna, los sonidos desaparecen, envuelven la mente el dolor y las voces apagadas suenan como ecos en la distancia que se aleja y donde uno se vuelve pequeño y triste, todo alrededor es penumbra, se puso el sol en definitivo para reinar solamente los recuerdos, las memorias vividas, la bala humeante dejó su estela de dolor y donde la presencia se evapora con la firme resistencia de que el cofre de las nostalgias guarden para siempre la figura, las palabras dichas y calladas, porque?, fui el elegido para vivir este drama sin final, la llevaré por siempre impregnada al alma eterna está perdida, fue único y compartí sus sueños, acariciaba con él sus logros, algunos pequeños e insignificantes, otros de gran dimensión en relación a su vida futura hoy truncada para siempre por una bala inmisericorde, que se alojó en mi corazón y continua caliente porque quema la vida y el futuro, los dioses de todas las creencias huyeron y se refugiaron en otros seres, este servidor se sintió solo y dejado a la intemperie, con lloviznas y frío permanente. Así pasa el tiempo que no se detiene, sus pasos se vuelven lentos, la mirada se vuelve gris, los cabellos parecen cubiertos de cenizas y en el rostro la marca que no se apaga del dolor visible, tristeza infinita, lagrimas contenidas, rictus amargos en los labios, sabor a hiel, momentos que no se describen, es imposible porque esta circunstancia se debe vivirla y entenderla, pregunto a mis silencios donde encontrar Sosiego para este espíritu conturbado por tan trágico suceso sin encontrar la geografía apropiada para restablecer la calma, la llevo a cualquier rincón del vasto mundo porque está fijada a mi alma, a mi mente, a mi razón, como un certero instrumento que se clava de por vida para arrastrar esta existencia. Gracias por escuchar este desahogo. San José, 01 de octubre de 2012

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