lunes, 18 de febrero de 2013

SER DOCENTE

Entre todas las actividades humanas, en una de ellas me detengo, expongo mi pensamiento sin reservas, con la frente en alto, con la mirada puesta en el futuro, en donde a cada día se deja un poco de sí, sin esperar reconocimiento, sin retribución social ni material, es donde comienza a surgir voluntades y para quienes no conocen la dimensión del docente por mezquinos, seres inferiores, mediocres de formación y aptitudes, olvidan a los que le abrieron la luz en el túnel de la existencia, que no figura en las galerías de las predilecciones porque no se lo ve, no se lo nota, el docente no está pero continua vivo, vivo en la memoria, alimentando recuerdos de una etapa de la vida del alumnado. En la vida todo comienza de las manos del Docente, del Maestro, del Profesor, de aquel que guía y orienta, que fortalece nuestras debilidades y alimenta el alma con su papel de educar y estimular el conocimiento, que penetra en nuestras vidas silenciosamente, como a hurtadillas, que llena el tiempo de la niñez de la gente, con su perfil inconfundible, de un ser severo, autoritario, indiferente o inflexible, o de lo contrario, afable, tierno, tolerante y flexible, atento a las demandas sin otorgar, que habla al corazón y concede calidez al relacionamiento, alguien que sella la vida con la endeble marca del descubrimiento y la curiosidad, como elementos naturales del aprendizaje. Todos recuerdan con frescura a sus Maestros o Maestras, con el definido estilo de cada uno, esbeltas figuras o abusadas de mansedumbre peso, con ademanes que se conservan en la memoria cada gesto, cada palabra, cada reprimenda, cada amonestación y las sabrosas amenazas que nunca se materializaban, pues, su amor es muy intenso para permitirse algún castigo o una sanción, en verdad que enviaba señales de algún daño por ocurrir caso se concrete la desobediencia y la mente traviesa se calmaba recuperando el equilibrio en el grupo, y la postura del docente o la docente restablecía su habitual magnanimidad, su dócil estampa se imponía sin ningún problema dando el ambiente el sereno recinto del ágora. Todos guardamos estas figuras inolvidables, que ocupan nuestras historias y nuestras vivencias siempre con clara nitidez, nos obliga manifestar en estas remembranzas que estas personas muy especiales que abrigamos en el recuerdo con silenciosa gratitud, es hora que se les reconozca con bienes materiales la dedicación puesta al servicio de la sociedad que los margina y olvida superficialmente, porque tan pronto llega un momento en donde retratamos el pasado en el guardado cofre de recuerdos , regresando del mismo con la luminosidad del presente, cuantas horas vividas en el cotidiano compromiso de aprender y que no le rendimos culto al personaje central de la historia de cada uno. Hoy en un ejercicio mental de excavar el pensamiento aparece la presencia altiva, de limpio delantal blanco, que la hacía más relevante su andar en el recinto de sagradas interconexiones alumno-profesora, aún suena las voces suaves e impositivas, ademanes cadenciosos y rítmicos, recordándonos los compromisos de las tareas, mostrándonos el camino hacia el futuro, con sus desniveles de fracasos y glorias, de la importancia de la virtud y el civismo, del amor a la patria y los símbolos, del deber con los semejantes, del respeto a las leyes y la sana convivencia en las diferencias de los miembros de una sociedad, del gusto por la lectura y los personajes relevantes de la historia nacional, nos llena el alma recordarlas, pasa el tiempo y continua tan joven en los años acumulados, manteniendo su imagen de orientadora permanente sin fisura, sin lastima, con hidalguía y orgullo ostenta el divino título de Maestro o Maestra, que honra y glorifica en su discreta y pacata personalidad que emociona traerla en el vívido recuerdo. San José, Costa Rica, 1 de Agosto de 2012

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